En el sector educación se está
tratando de dejar atrás desde hace mucho tiempo el paradigma del enseñar a
conocer y hacer, para dar paso al aprender a ser, aprender a convivir, aprender
a hacer y aprender a conocer.
Es evidente que la educación
tradicional, memorista, pasiva, dogmática y autoritaria, donde sólo se evalúa lo que se ha enseñado, debe
dejar su lugar a una educación para la vida, con desarrollo de competencias,
capacidades, habilidades y actitudes, que propicie la solución de problemas,
que sea activa, dialogante y democrática.
La visión pragmática y
economicista, impulsada por los organismos internacionales, plantea una
educación ligada fundamentalmente a los modelos económicos y políticos imperantes;
por lo cual, la educación se reduce a un espacio en el que se producen recursos
humanos adecuados al mercado laboral.
Por tal motivo, es necesario
formar integralmente a los/las jóvenes considerando la enseñanza, desarrollo y
evaluación de las competencias y habilidades del siglo XXI, teniendo en cuenta
los estándares educativos que expresan lo que deben saber y pueden hacer
los/las estudiantes al término de la educación obligatoria; pues, éstos definen
cuáles son los aprendizajes fundamentales que deben lograr nuestros/nuestras
jóvenes.
La educación basada en estándares tiene como propósito
fortalecer la gestión del conocimiento en función al logro de la formación
integral de los/las jóvenes; además, de proveer al Estado información importante
para la toma de decisiones que respondan a las necesidades educativas de las
Instituciones para que alcancen la calidad esperada, orientando la labor del
director, docentes, estudiantes, padres y madres de familia sobre cómo
articular la gestión pedagógica, institucional y administrativa de las
Instituciones Educativas, respondiendo de esa manera a las características,
necesidades y expectativas de los/las estudiantes, padres y madres de familia y
comunidad.
Además, de incorporar en el
proceso educativo el uso de las TIC; pues, nos encontramos frente a un mundo
globalizado altamente tecnológico y competitivo, donde la sociedad actual se
mueve rápidamente en torno a las redes de información y comunicación y a la
generación de nuevos conocimientos.
Es innegable que la
introducción de las TIC ha planteado una serie de desafíos a los sistemas
educativos en todo el mundo. Los gobiernos y las Instituciones Educativas
vienen tratando de incorporar estas tecnologías pensando en ellas como parte de
la solución al problema de la pobre calidad educativa.
En algunas realidades la incorporación de las TIC en el
sistema educativo viene marcada por la improvisación y el desconocimiento,
enfocando las iniciativas en tener y usar tecnología, en lugar de la
integración y aplicación pedagógica, sin lograr un cambio sustancial en la
metodología y sin conseguir una real
transformación educativa.
Asimismo, es necesario atender
a las demandas actuales de la sociedad en sus distintos aspectos económicos,
laborales, sociales, políticos, etc.; por lo tanto, es de vital trascendencia
abandonar los modelos industriales y tradicionales que aún se vienen aplicando
en las Instituciones Educativas, donde los/las estudiantes permanecen sentados
en filas frente a un docente expositor actuando como meros receptores, pasivos,
operativos y retransmisores de información, con esa actitud seguiremos
graduando jóvenes incapaces de explotar su potencial y desarrollar niveles de
alta capacidad cognitiva, poco creativos y efectivos al momento de resolver
problemas.
Adicionalmente a ello, es imprescindible incentivar en
los/las jóvenes el espíritu investigativo, alimentar en ellos/ellas el
compromiso responsable de producir nuevos conocimientos, con los que puedan contribuir al desarrollo
económico, político, social y cultural en los diferentes contextos del país.
Puesto que, al hacer investigación, se obtienen nuevos resultados
y se transmiten nuevos conocimientos, los cuales permiten al/ a la estudiante
resolver distintas situaciones desde su propio ambiente. Por eso, es
necesario que el/la profesional de hoy conozca y comprenda su realidad
para intervenirla, tomar decisiones asertivas, producir conocimientos y asumir
posición crítica frente a los efectos que surgen del manejo de la ciencia y la
tecnología.
Los jóvenes de la era actual
son nativos digitales, cuyo entorno lo lleva a desarrollar paralelamente al
proceso educativo, otras habilidades y competencias necesarias para convivir en
esta sociedad cambiante, dinámica y tecnológica, la cual requiere de
estudiantes con gran capacidad de adaptación al cambio, que puedan sobrevivir a
la competencia y al ritmo tan acelerado de la innovación e investigación.
En un informe europeo (Strata Etan) sobre las relaciones
entre el sistema educativo y el espacio para la investigación, aporta una lista
de competencias esenciales para ser un buen investigador, entre ellas tenemos:
La lógica, el razonamientos
inductivo – deductivo – y de simulación; el pensamiento crítico y la capacidad
de definir y resolver problemas;
la creatividad y la
curiosidad;
el trabajo en equipo;
el tratamiento, la
interpretación y la evaluación de la información;
las prácticas multi, inter y
transdisciplinares;
el espíritu de empresa y la
capacidad de autodefinición del trabajo;
la práctica ética;
la capacidad de comunicación;
la capacidad de anticipación,
el análisis de riesgos, la prospectiva.
Y si las comparamos con las
capacidades genéricas del buen empleado (Proyecto Tunning) nos podemos percatar
que son muy parecidas, pero las primeras son mucho más exigentes:
Capacidad de aprender.
Capacidad de aplicar los
conocimientos en la práctica.
Capacidad de análisis y
síntesis.
Capacidad para adaptarse a las
nuevas situaciones.
Habilidades interpersonales.
Capacidad para generar nuevas
ideas (creatividad).
Comunicación oral y escrita en
la propia lengua.
Toma de decisiones.
Capacidad crítica y
autocrítica.
Habilidades básicas de manejo
del ordenador.
Capacidad de trabajar en
equipo interdisciplinar.
Conocimientos generales
básicos sobre el área de estudio.
Compromiso ético.
Conocimientos básicos de la
profesión.
Conocimiento de una segunda
lengua.
Apreciación de la diversidad y
multiculturalidad.
Habilidades de investigación.
Desarrollar aprendizajes significativos es una de las
tareas primordiales del docente del siglo XXI; pues, debe formar personas
íntegras que posteriormente se desenvuelvan como profesionales cualificados que
realicen trabajos efectivos que no sólo respondan a un currículo sino a los
desafíos de la vida real y que en su accionar demuestren ser buenas personas y
buenos ciudadanos, aportando una cuota de responsabilidad y compromiso en la
transformación de la sociedad.
La educación actual, con su
currículo formal, no cubre al cien por ciento las expectativas e intereses de
aprendizaje de nuestros/nuestras jóvenes; pues, el suyo es mucho más versátil.
Ante tal realidad se hace fundamental y muy necesaria una nueva propuesta de
aprendizaje o, mejor dicho, una estrategia de aprendizaje audaz para los
aprendices del siglo XXI en esta sociedad del conocimiento, donde el/la docente
se convierta en el guía de sus estudiantes en el desarrollo de competencias
básicas para el uso y gestión de la información y construcción del
conocimiento.